El mundo de la mujer

El mundo de la mujer (María Luisa Bemberg, 1972)
Y si eres mujer (Guadalupe Sánchez, 1976)

Hace algunos años decidí leer más autoras que autores, mentiría si digo que fue un gesto político o una suerte de compensación por aquello que no leí en la licenciatura, porque en esa época Virginia Woolf era tan importante para mí como Marcel Proust. Creo que fue una decisión guiada por el gusto. Mi “mundo” suele ser femenino: la música de Billie Holiday, las novelas de Annie Ernaux y la certeza de un cuerpo permanentemente expuesto. Para mí, mi experiencia en el mundo es distinta a aquella que encontraba descrita en las novelas de Roberto Bolaño, por ejemplo, o en las canciones de las bandas de post-punk que me gustaba escuchar en mi adolescencia.

Sin embargo, durante muchos años, esa experiencia sólo tuvo una resonancia en la literatura, en la música o en las anécdotas de amigas cercanas, sólo ahí encontraba ciertas afinidades y coincidencias vitales que me ayudaban a sentirme menos sola. Este último año ese “mundo de la mujer” se ha extendido también a mi espacio laboral, en la última edición del festival de cine en el que trabajo la mayor parte del tiempo escuché a mujeres mayores que yo hablar de su trabajo como cineastas o como programadoras, en los momentos de mayor intimidad como la comida me hablaron del fracaso del matrimonio y de las dificultades de la maternidad. Escuché sus palabras como si fueran presagios.

Me pregunto qué significa vivir en este mundo de la mujer, rodeada por las palabras y el trabajo de otras mujeres que admiro y respeto. Son una guía —tal vez son la guía materna que me falta—, pero también me hacen pensar en las condiciones materiales que nunca tuvieron un sentido total cuando las pensaba desde el “mundo de lo masculino”. Pondré un ejemplo sencillo: creí que era una cuestión de timidez no poder tomar la palabra durante las clases en la universidad, ahora me doy cuenta de que, en general, a las mujeres nos cuesta tomar la palabra. No ahondaré mucho en esto, Mary Beard tiene un libro al respecto, se llama Mujeres y poder: Un manifiesto.

Las voces de las mujeres. He escuchado muchos acentos, muchas palabras. Estas últimas he escuchado a mujeres decir cosas como: “el cine tal vez no puede transformar la realidad por completo, pero sí puede mover las conciencias”, “el feminismo no está separado de la lucha de clases”, “la sala de cine debe ser un espacio para el conflicto, programar películas es acogerlas”. Las escucho, pero en ocasiones yo me siento sin voz, como si debiera sólo escuchar. Hablamos, sin embargo, de experiencias privadas durante la comida, como escribí más arriba. Las escuché hablar de aquello de lo que todavía no puedo emitir una opinión: el matrimonio, la pareja, la maternidad; les compartí mis miedos porque mi experiencia es la experiencia compartida por otras amigas de mi edad: la imposibilidad de una relación estable, la tendencia a pensar en eso como un pequeño fracaso. Somos las desobedientes de una educación en la que el matrimonio y la familia nuclear eran nuestro destino último. A veces pienso que esa desobediencia está asociada a un castigo, no vivo mi soltería como un ejercicio de libertad sino como el síntoma de un profundo desencuentro o de una falla estructural de la que no soy completamente responsable pero me afecta

Compartí estas inquietudes con mi amiga F. hace un par de semanas, F. M. y yo tenemos historias similares de encuentros fugaces con varones en Tinder, tristes rupturas amorosas en las que el trabajo era irreconciliable con el amor o la distancia, e historias terribles de celos y abuso que no consideramos tan terribles en su momento. Las tres coincidimos en que el trabajo y nuestra vida profesional es nuestra prioridad porque, al menos para mí, es en lo único en lo que no me siento una completa analfabeta —parafraseo con tristeza una escena de Secretos de un matrimonio en la que Erland Josephson le dice al personaje de Liv Ullman que no saben amar—. Me cuesta trabajo imaginar una relación romántica como una posible pedagogía, pero nunca he aprendido tanto de mí misma como a través de alguien a quien he amado.

Mi amiga F. y yo pensamos que tal vez nuestra generación es el puente para que las mujeres más jóvenes que nosotras no tengan ya esta sensación de fracaso frente al ideal de la pareja y la familia como sinónimo de estabilidad y seguridad social. A veces escucho con envidia a algunos varones gay hablarme de poliamor y relaciones abiertas porque hace poco tuve un intenso crush con un chico del mismo círculo laboral que el mío con el que proyectaba trabajos en común… pero cómo conciliar otras formas de amor si pienso en la cooperación a partir de la pareja, cómo imaginar un futuro posible si mis escasos intereses románticos se quedan en el plano de la imaginación, de la fantasía y de lo improbable. Cómo unir la voz de las mujeres a la escritura de los varones tan sólida, tan solitaria, tan segura de sí misma.

Y, pese a todo, la voz de las mujeres. Su experiencia.

Un comentario sobre “El mundo de la mujer

  1. Pasé por acá durante semanas/meses, esperando encontrar un nuevo post. Parece que me hice aficionado de un blog casi en desuso, así que celebro esta nueva publicación. Sobre el tema tratado no tengo licencias para opinar. Solo espero que te sientas a gusto con lo que haces en el trabajo, en la vida profesional y en la personal… Saludos cordiales. Chau.

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