El futuro es drag

A mis primos J y E.

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Sasha Velour

En febrero del 2017 me sentí drag. Fue una cuestión de identidad, me sentí como si hasta ese momento me hubiera estado mostrando de una forma que no era yo, me ponía el traje que creía que funcionaba mejor para los otros aunque debajo de ese traje estaba la verdadera yo: esa mezcla entre rosita y dark que siempre había sido pero quería maquillar. El paso siguiente era metafóricamente travestirme para mostrarme con la identidad que me he construido, para esto fue muy útil mi contacto con el drag, porque en el drag hay muy poco de un “desvío” de lo “naturalizado” (porque no hay un tal “natural”) y mucho de amor propio.

El acto del varón de vestirse, maquillarse o imitar la estética femenina no es tanto por querer ser una mujer (aunque existen casos de varones transgénero que hacen drag), pensar eso sería reducir la expresión drag a una fiesta de disfraces; el drag va al revés, vestirse no es disfrazarse, es mostrarse como lo que realmente se es. El travestismo es performativo y rebelde, cuestiona a través del uso de elementos del género opuesto qué se entiende por el género propio.

La noción del género performativo fue introducido por Judith Butler en su libro “El género en disputa”. Butler hace la distinción entre pensar al género como una performance[1] y pensarlo como un acto performativo, lo primero supondría que el género se actúa o adopta un rol (como la fiesta de disfraces de la que hablaba) que se suspendería una vez acabado el performance; por otro lado, hablar de performatividad quiere decir que en el proceso de construcción de género se producen una serie de efectos tales como actuar, caminar o hablar de una determinada forma que “consolida” la imagen que se tiene de lo femenino o lo masculino. A mi punto de vista, el drag rescata ambos conceptos y hace de una performance (el lyp sinc) un medio para exponer cómo se construye la identidad de género. Después del lyp sinc, las drag queens pueden quitarse la peluca, pero hay cosas que persisten: el tono de voz, las uñas, las cejas, su relación con los otros; todo ese conjunto de características que conforman su persona.

Lo importante aquí es entender que no existe una “esencia” inmanente que defina qué es lo femenino o lo masculino; el género es contingente y muy marcado por la sociedad. En el primer tomo de “La historia de la sexualidad” Michel Foucault hace énfasis en la manera en la que se normaliza el género desde el poder, en esa línea, para Butler la importancia de la “naturalización” del género obedece a un interés hegemónico de corte heterosexual que permite regularizar y controlar tanto el cuerpo como el género: actuar conforme a lo que se espera de una mujer o de un varón. Para Foucault y para la teoría queer todo aquello que atente contra lo instaurado (como las manifestaciones de género no binarias) siempre será castigado por ser subversivo.

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Courtney Act

Por eso, para Butler el drag funciona como una “copia” (siempre transgresora) de un supuesto “original”. “Al imitar el género [escribe Butler] el drag manifiesta de forma implícita la estructura imitativa del género en sí”. Sasha Velour y Courtney Act, mis dos drags favoritas, me ayudan a explicar más a fondo cómo funciona esta copia. Velour hace una especie de drag conceptual, representa figuras que le han dado forma al queer como Marlene Dietrich o el glam y los une a su experiencia personal (la figura de su madre) para construir su persona, en Velour está totalmente difuso lo que se entiende por “femenino”, su drag es una construcción vital. Courtney Act, por su parte, es una especie de hipérbole de lo femenino (como la mayoría de las drag queens) grandes pelucas rosadas, mucho glitter, vestidos, tacones, aquí puede verse de manera más clara la función de la “copia”: a partir de la exageración de rasgos y actitudes femeninas demuestra que eso no es intrínseco a lo femenino.

Mi idea de que el futuro es drag defiende que más allá de insistir en la distinción entre un género y otro, permite incorporar a una expresión corporal las formas en las que hemos construido nuestro género; al fin de cuentas en nuestra vestimenta, en nuestro acento o en nuestro aspecto corporal reflejamos todo aquello que nos constituye como sujetos inscritos en la cultura (y aun así nada de esto nos define). La enorme importancia del drag es que hace evidente esa construcción, hace ruido en el orden de lo normalizado y más aún de lo estereotípico. El drag, por último, al menos en el testimonio de muchísimas drag queens, funciona como una ruta de autoconocimiento y una forma de abrazar todo aquello relegado a la marginalidad, de ahí que al no estar marcado por una lógica binaria permita ser más creativo y radical.


[1] El performance es un espectáculo heredero de las vanguardias que combina diversas artes como música, la danza, el teatro y las artes plásticas. Los espectáculos drag. sobre todo en el underground, guardan semejanza con el performance.

5 comentarios sobre “El futuro es drag

  1. El simulacro es verdadero, dice Baudrillard… Exactamente sobre esto habla Baudrillard en su libro De La Seducción, solo que usa el término Travesti y no Drag… en el dice que el Travesti es más mujer que la mujer… siempre es interesante descubrir lo artificial del género… sin embargo en lo personal aún me llama la atención como no podemos desmarcarnos de ellos… de la lógica binaria.. así sea para usar los símbolos de género de manera casi alegórica para representar uno… lesbianas que se visten al modo de hombre para parecer más varoniles y travestis que se visten de esa manera… pero entro un poco en pánico al tratar de buscar lo «natural» y encontrarme el vacio…

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    1. Sí, en esa onda escribí «Anima, animus» para analizar el género desde Jung. Para él compartimos elementos de ambos. Pero yo entiendo que en el binario uno es oposición del otro, en el género fluido o no binario no hay oposición sino incorporación. Está ondeado.

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