Aire, aliento, gemido

Pienso en Joris Ivens que intentó filmar el viento.

La práctica de yoga me hizo consciente de mi respiración. Recientemente con la dificultad de respirar bajo la mascarilla, a veces escucho mi respiración y huelo mi aliento. Es la barrera física con el aire del exterior —que ahora parece ser una amenaza constante—. ¿Cómo imaginar que el acto de destaparse la boca podría evocar el acto de desnudar el resto del cuerpo? Ahora hablar con alguien sin mascarilla parece un acto de transgresión pero también puede ser un gesto de intimidad.

En yoga, para respirar hay que partir de una inhalación profunda, después sostenerla y contar 5, 6, 7 tiempos. Cada postura comienza con una inhalación y su cambio se acompaña con una exhalación. En ocasiones es posible escuchar el ritmo del cuerpo marcado por la respiración sincronizada. Hace poco escuché que el cuerpo nunca está en silencio; para mí, la respiración es ese sonido siempre presente.

En Gestos de aire y de piedra, sobre la materia de las imágenes Georges Didi-Huberman habla de cómo nos fundimos con el exterior a partir de la respiración: “cuando inspiramos, el aire ambiente, materia por excelencia de la exterioridad, penetra nuestro cuerpo hasta el fondo de nuestros pulmones, muy abajo, casi hasta las entrañas. Cuando expiramos, es la materia misma de nuestra interioridad la que parece, inversamente, difundirse en el espacio circundante”. La respiración guía la relación entre la materia y espíritu . Para Didi-Huberman esta dialéctica es la misma que está presente en las imágenes y en la obra de arte: arte que está hecho de piedra, pero también de aire.

En su texto Didi-Huberman también habla de la corporalidad: el aire se encuentra con el aliento pero también hace su aparición el gemido. Si el aire y la piedra coinciden en una imagen, hay un rasgo más allá de la representación que alberga al gemido: el gemido es irrepresentable, es el puro mostrar, y; sin embargo, están “ligadas sin azar a la respiración misma”. Es el “ahhhh” del éxtasis sexual, el gemido inarticulado que es pura potencia, reacción del cuerpo.  

Hace unos años, en un invierno, tuve una bronquitis que dejó secuelas en mi respiración, a veces tengo disnea nocturna, escucho ese silbido extraño, la señal de que algo está congestionado. La respiración puede manifestarse —hacerse presente— como mantra acompañada de un sonido y de su vibración como el om, como disnea nocturna o como gemido sexual, todas constituyen una experiencia cargada de intensidad sensorial, que finalmente forman parte de nuestra forma de percibir el mundo.

Tal vez, desde el gemido y desde el placer hay un encuentro con algo inexpresable una vez que se experimenta con toda su intensidad. Es el terreno del éxtasis, la noche del conocimiento, ¿Cómo describir estas experiencias? ¿Cómo intentar comunicarlas? ¿Cómo compartirlas con el otro que, sin embargo, también participa de ella? Los poetas encontraron algunas respuestas, algunos de ellos escribieron sólo el sonido, el aullido un: ahh ahhh ahh, ohhh ohhh.

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